Hace mucho tiempo en un reino mágico había también una granja, en esta granja vivía una buena chica en compañía de sus padres; la niña era muy atenta y respetuosa con ellos, ayudándolos en las tareas que necesitaran ser cumplidas en el hogar y además, cuidar de los animales y hasta en algunos casos alimentar a las crías
Su madre, le dijo un día:
-Hija, lamentablemente no me estoy sintiendo muy bien y esta mañana las vacas han estado muy cargadas de leche; como tengo fiebre no me gustaría tener que salir de la casa y preferiría quedarme aquí descansando. Tu como ya eres una niña grande te encargo que me ayudes a llevar la lecha al mercado y venderla ¿Puedes colaborarme con esa pequeña tarea?
La niña como siempre estaba feliz de ayudar a sus padres, más aun cuando estos se sentían indispuestos o estaban enfermos, le contestó a su mami:
-Claro, mamá; yo iré para que tú puedas descansar y mejorarte de la fiebre.
La mujer, muy orgullosa de su pequeña niña la llamó para que se le acercara y le dio un beso en el cachete, prometiéndole que todo el dinero que recaudara sería para ella.
De camino a la ciudad
La niña, al saber esto, estaba muy feliz y cogió el cubo lleno de la leche que había sido recién ordeñada y partió hacia la granja, tomando el atajo que la llevaría más pronto hasta el pueblo y desde allí al mercado donde podría finalmente ir a vender su leche.
El paso ligero de la niña daba aires de mucha seguridad y en su cabeza solamente esta una idea: ¿Cómo se iba a gastar las monedas que ganaría tras vender la leche?
-¡Ya sé en qué me lo voy a gastar! –Se gritó al interior de su mente, con las monedas que recaude por la leche vendida voy a comprar unos huevos para llevarlos a la granja y luego mis gallinas los van a cuidar hasta que nazcan pollitos, los polluelos los iba a cambiar por un lechón y cuando el mismo esté grande haría nuevamente un cambio por una ternera la cual, al crecer, sería la que se encargaría de proveerle leche a diario para comerciarla por monedas.
Sumergida en sus pensamientos la niña se ideaba que la leche la haría volverse rica, proporcionándole suficiente dinero para vivir de manera cómoda el resto de su vida.
La niña estaba tan distraída que no se dió cuenta de que en el medio del camino había una gran roca en el suelo, la cual hizo que se tropezara y que cayera al suelo de un golpe; solamente se hizo algunos rasguños, pero el cubo donde transportaba la leche se había derramado completamente en el suelo, hecho pedazos, y al igual que el cubo, sus sueños e ideales de ser rica con el negocio que acababa de inventarse. Ya no había ninguna leche ni producto que llevar hasta el mercado y por consecuente no tendría ningún dinero.
-¡Es completamente una desgracia esto que me está pasando! –Exclamó la niña, adiós a todos mis huevos, el ternero y mi lechón, – Sollozaba la niña al recordar su historia. ¡Todo esto me pasa por ser demasiado ambiciosa!
Con mal humor, la niña recogió los pedazos del cubo y dio marcha atrás para volver de nuevo al pueblo junto a su familia, reflexionando acerca de lo que había sucedido cuando se encontraba transportando la leche.
Moraleja de la historia: En algunas ocasiones, la ambición nos puede llegar a hacer olvidar disfrutar el presente y dejar que las cosas sucedan por sí mismas, lo importante es vivir en el ahora y no tiene ningún sentido precipitarse a lo que puede ser en el futuro.