¿Quién fue Juana la Beltraneja?

Juana fue una mujer bautizada con el nombre de: Juana de Castilla, también conocida como Juana la “Beltraja”, apodo que le otorgaron sus enemigos. En febrero de 1462, Madrid presenció el nacimiento de esta mujer. En teoría, fue una reconocida infanta castellana, proclamada reina de Castilla, de León y también de Portugal.

En un punto de su trayectoria, tuvo que renunciar al rango por disputas de títulos y señoríos; debido a esto, también se le robó su título de infanta y alteza, nombrada por decreto como “A Excelente Senhora”, hasta el último de sus días en Portugal.

La infanta fue hija única de Enrique IV y de la reina Juana de Portugal; estos fueron los que le heredaron el gran trono en la realeza. A pesar de esto, la nobleza castellana se negó a aceptar que era la hija verdadera del rey, su padre, persona a la que culpó de haber obligado a Juana a concebir un hijo con Beltrán de la Cueva, el duque de Alburquerque, a pesar de que los dos juraron que las cosas no habían sucedido como se comentaba.

Beltrán no estaba ubicado en el lugar preciso para ello, en las fechas establecidas. Sin embargo, habían sospechas de la molestia del rey Enrique IV, por la razón de que, anteriormente, había tenido un matrimonio fracasado porque jamás llegó a consumarse. Aparte, el mismo rey no tuvo hijos con ninguna de sus amantes ni con su verdadera mujer y esposa.

Vida

Juana se retiró al monasterio de Santa Clara, luego de que su dignidad y sus intereses fueron heridos. En el lugar pronunció sus propios votos al año siguiente. En este sentido, Isabel y Fernando fueron hacia la ciudad portuguesa para ser testigos de la ceremonia real.

La situación llevó a Juana a una advertencia en la que comentó que había ganado el partido más increíble según los evangelistas de la época; su discurso terminó con la declaración de que ningún amigo, consejero o pariente querría alejarla de su santa decisión.

Los votos pronunciados por Juana eran irrevocables, estos no paralizaron el proceso de solicitud que se realizó en 1482, en la que Francisco Febo pedía su mano; este era un destacado heredero de Navarra.

La insistente proposición del monarca, ayudaba a Luís XI a evitar las dificultades que podían presentarse con los reyes de Aragón y Castilla, los cuales amenazaban directamente el Rosellón.

Después de todo el asunto, Francisco Febo murió, cosa que evitó que las cosas continuaran. Con el pasar de tiempo, la diplomacia aragonesa le propuso a Juana que se casara con el príncipe y heredero Juan; ante tal propuesta, ella se vio a obligada a rechazarla por completo, puesto que iba totalmente en contra de sus principios.

El rey portugués Manuel fue el afortunado que, en 1500, le propuso matrimonio a la infanta Juana. Este monarca era el viudo de Isabel la infanta, y se encontraba en un proceso de espera ante la dispensa papal que había solicitada para poder contraer nupcias con su cuñada, con eso pretendía que los tramites se aceleraran y así poder conseguir la respuesta de su solicitud.

A pesar de esto, Coímba, una excelente mujer portuguesa, salía con bastante frecuencia del convento en el que residía. En base a esto, los reyes de Portugal decidieron regalarle un espacio en el castillo de Lisboa, lugar en donde vivía protegía por los mismos monarcas.

En la época, la mujer vivió algunas insinuaciones que le demostraron los derechos que podía tener la princesa infortunada. De esta manera, Juana firmó con palabras que sería la reina hasta el último de sus días.

En el tiempo en el que Castilla se encontraba sumergida en una guerra civil, en el año 1522, Juana exigió los derechos que le correspondían tras la coronación, estando completamente a favor del rey de Portugal.

Juana murió en 1530, por razones que no han sido identificadas. En este punto, se destaca que los restos de la infanta se encuentran desparecidos como consecuencia del terremoto que hubo en Lisboa.

 

Sucesión

La gente que seguía a Isabel I y todos sus descendientes, se esforzaron por eliminar la memoria historia de Juana y la sombra ilegitima de la reina Isabel. Para llevar a cabo esta política, se realizó una eliminación total de los documentos más importantes que se pudieron encontrar.