Hace mucho tiempo en una ciudad muy cercana y lejana a la vez, se utilizaban los perros para que ayudaran en los quehaceres diarios. En las escuelas los perros ayudaban a ordenar a los niños en las filas. En los hospitales ellos podían cuidar a los enfermos, y así en cada labor del día a día.

 

Dependiendo de la raza y tamaño del perro, se le asignaba su labor. Los dálmatas eran compañeros de los bomberos, los pastor alemán eran policías y los de raza pequeña eran ideales para las escuelas y las casa de familia.

Todos los perros eran tratados con mucho cariño y consideración, ya que hacían un excelente equipo con sus humanos asignados, al llegar al punto de que los ciudadanos decían, que sin los perros las cosas no saldrían bien.

En la estación de servicio que estaba en la entrada de la ciudad, había un perro pastor alemán que era el encargado junto al dueño un ex policía de atender a todo aquel, que decidiera visitar o pasar por la ciudad. Era una parada obligada.

Tanto el dueño y su fiel compañero pasaban el día acomodando la estación de servicio, para que no le faltara nada, que fuera necesario para quien la visitara. Se podía encontrar allí, comestibles, entretenimiento, mecánicos y por supuesto gasolina.

Todo a la mano de los posibles clientes. Además de encontrar todo lo necesario, a los visitantes le hacía gracias lo ágil y alegre que era el perro, hacían un buen juego con su dueño que era muy precavido y listo. Era una dupla genial.

Una noche, muy, muy tarde la estación de servicios se quedo sin energía eléctrica, cosa un poco inusual por esos lados y el pastor alemán se puso aún más atento al cumplir con su deber de cuidar y protegerla.

Comenzó a oír voces y sonidos extraños, no los distinguía ni los reconocía. Era evidente que las personas que estaban allí no eran de la zona. Pero, ¿Qué hacían a tan altas horas por allí? El perro se puso aún más alerta, pero no perdió la calma.

Trato en lo posible de no hacer ruido, de que las personas no se dieran cuenta que allí había un perro. Los ladrones, abrieron la puerta y comenzaron a sacar mercancía, robándose el dinero de la caja registradora y tumbando los anaqueles.

En ese justo momento el perro, logro tocar el botón de alarma, y correteo a los ladrones aprovechando la oscuridad para ladrar en un lado y en otro para que ellos pensaran que había más de un perro, lo hacía de manera agresiva para infundirles miedo.

Esa acción permitió acorralaros, y al mismo tiempo llegó la policía. Arrestando a los ladrones y recuperando todo lo que habían robado de la estación de servicios. También llegó el dueño y el perro al verlo, se le lanzó encima. Dueño y pero se abrazaron en señal de agradecimiento y de emoción por darse cuenta que estaban bien.

 

El pastor alemán fue condecorado con la más alta orden que da el gobierno de esa ciudad, por su valor y alto grado de responsabilidad al ejercer la labor encomendada. Cuidar la estación de servicio de la entrada de la ciudad.