Cuenta la leyenda que, por la ciudad de Chihuahua en México, existió una mujer de nombre Pascualita Esparza, quien era dueña de un local llamado “la popular”, decidió viajar a Francia, para ver que telas o ideas podría traer a México, para sus vestidos de novia. Sin embargo, al llegar a una tienda muy prestigiosa, quedo atraída inmediatamente por un maniquí que se encontraba en exposición.
El maniquí estaba hermosamente elaborado y era muy distinto a otros que ella hubiese visto, su acabado de cera, tenía los mejores detalles; sus ojos estaban elaborados de cristal y sus cabellos eran todos implantes de uno real. La mirada viva y con emoción, hizo que la Sra. Esparza se sintiera diferente, por lo que no dudo en comprarla y llevarla a su tienda.
Una vez en México, se la enseño a su hermana, quien confeccionaba los vestidos de novia, esta se fijó en los detalles y le comento a su hermana: – Se parece a nosotras cuando éramos jóvenes. Ambas rieron y llevaron su negocio hasta lo más alto.
En el año 1967, la dueña de “la popular” falleció y todo el pueblo fue a despedirla, por el cariño que le tenían, en honor a ella su hermana decidió hacer un vestido especial. Cuando el vestido estuvo listo, la mujer tuvo que salir a comprar unas telas, pidiéndole a una de sus empleadas que vistiera al maniquí con dicho vestido especial.
La empleada tomo el hermoso vestido y empezó su labor. Al poner una de las mangas del vestido se asombró al ver como una especie de vena verde se marcaba en la blanca cera del maniquí, se acercó sorprendida y pensó: – Que toque más realista.
Ignoro el suceso y continuo su trabajo, cuando fue a colocar la otra manga, sujeto la mano del maniquí para que no se cayera, sin embargo, en ese momento sintió un leve apretón, a lo que rápidamente la soltó. Respirando profundamente, se dijo a si misma: – No pasa nada, es un maniquí.
Tomo valor nuevamente y termino de poner el vestido, sin embargo, cuando se disponía a colocar el velo, su mirada se cruzó con los ojos del maniquí, que la miraban fijamente mientras sonreía; la mujer salió corriendo dejando todo atrás y al maniquí en el suelo.
Cuando la dueña regreso, encontró a la empleada en las afueras toda nerviosa y solo repetía: – ¡El maniquí me miro!!
La señora sorprendida, entro en la tienda para levantar al maniquí, sin ver ningún indicio que señalara lo dicho por la empleada. La señora asombrada levanto el maniquí y le coloco el velo en la cabeza, luego se marchó hacia las oficinas de la tienda.
Allí se quedó durante toda la tarde recordando a su querida hermana, llegada la noche sus empleadas se despidieron y marcharon, la empleada asustada le comentaba: – Ese maniquí está viva jefa, no se quede sola.
Aun así, ella las despidió y permaneció sola en tienda un tiempo más, fue después de un rato que escucho unos pasos, lo cual la asusto un poco pues estaba sola, salió a ver quién estaba en la tienda, sin embargo, todo estaba vacío. – Estoy muy cansada. Pensó, saliendo de la tienda dispuesta a marcharse a casa, pero al pasar frente al maniquí la miro con un destello recordando a su hermana. – Oh hermana mía, cuanta falta me haces.
En ese momento la mirada del maniquí se fijó en ella, mientras una lagrima rodaba por su mejilla, la mujer asombrada y asustada corrió hacia su hogar, y desde entonces se dice que el espíritu de la pascualita, está allí en la vitrina de “la popular” dentro del maniquí con su vestido de novia, recordándoles a todo el pueblo de chihuahua su belleza eterna.