Cuenta una historia que un día un afable hombre al que le gustaba coleccionar antigüedades y rarezas varias, acudió a un mercadillo de un pueblo situado en medio de la montaña. Se suponía que ese mercado era especialmente conocido por lo particular de todo aquello que allí se vendía, pero lo cierto es que apenas eran dos o tres las personas que había conocido que hubieran ido allí, y la verdad es que era más conocido de vista que no personas con las que tuviera especial trato o amistad.
Tras decidir que quería ir en busca de su nueva adquisición, cogió su coche y fue durante kilómetros y kilómetros hasta encontrar gracias a la ayuda de un GPS y preguntando a más de un habitante de la zona, el preciado mercado. Para su sorpresa eran muy pocas las paradas que habían, todas ellas estaban gestionadas por personas mayores de aspecto descuidado. Tras aparcar el vehículo, empezó a pasear por el mercado, en un principio parecía que no había nada de especial en dichas paradas, podía encontrar muchas antigüedades como monedas de siglos pasados, juguetes infantiles de otras décadas, cromos, algún instrumento musical e incluso armas y armaduras de la época medieval, no obstante a nuestro protagonista nada le parecía lo suficientemente interesante. Otro punto que le llamó mucho la atención a nuestro amigo, fue que ningún producto tenía el precio descrito, como no había encontrado aún nada que le interesara optó por no preguntar, pero cuando ya estaba camino del parking completamente desolado por la gran cantidad de kilómetros que había recorrido en balde, vio una figura realmente llamativa en el último stand. El propietario un hombre canoso de pelo largo y con una barba abundante al estilo marinero, le dijo que ese producto tenía mucha historia pero que la única condición para que se lo vendiera era que no preguntase nada más. El hombre intrigado pero a la vez contento, optó por no preguntar y simplemente pago los poco más de 50€ que costaba dicha figura que no fue nada más y nada menos que un tótem indio.
Al llegar a casa, alegro por su nueva compra, preguntó a su hija pequeña que le parecía la el tótem, a lo que ella respondió con un sonoro llanto y salió corriendo, tras preguntar a su mujer lo mismo, esta le dijo que ciertamente parecía muy antiguo pero que su faz era totalmente terrorífica y que deseaba que dicha figura fuese fuera de su casa. No obstante, esa noche lo dejó junto a su cama, mientras pensaba a quien podría regalar lo que tanta ilusión y misterio le había proporcionado.
Durante la noche el hombre tubo una terrible pesadilla, no paró de soñar que el suelo de su casa se caía, que bajo él lava aparecía y extraños seres le perseguían. Estos personajes agresivos y realmente terroríficos, tenían un aspecto de animal salvaje, una extraña mezcla entre lobos y búfalos, que no hacían más que destrozar todo lo que encontraban mientras intentaban alcanzarle para matarlo. Esta pesadilla duró horas, y no fue hasta la mañana siguiendo cuando sonó el despertador, que nuestro amigo se despertó totalmente alborotado y cansado. Al abrir los ojos encontró a su mujer en la misma situación y al preguntarle que le ocurría, le describió una pesadilla que había durado toda la noche y que trataban de matarla animales salvajes convertidos en bestias.
Finalmente tras estudiar más ese tótem, descubrió que era el encargado de aportar terribles pesadillas a los enemigos de los indios hasta volverlos locos. En este caso nuestro protagonista tuvo suerte y pudo saltear el mal futuro que le esperaba al eliminar el tótem para siempre.