Cristina era una chica de 18 años muy estudiante, siempre había sacado unas muy buenas notas y ha tenido siempre una idea muy clara en su cabeza, quería llegar a ser una de las mejores arquitectas del mundo. Por ello se esforzaba día tras día para conseguir la nota que le permitiera entrar a una universidad de prestigio con el fín de empezar con buen pié en tan complicado mundo y es que haber estudiado en una de las universidades de arquitectura y diseño con nombre es la mejor manera de conseguir grandes proyectos.
Desde los 16 años Cristina había estado trabajando en los veranos y algunas tardes tanto de camarera como de profesora de clases particulares, con el fin de poder pagar las altísimas matrículas que este tipo de universidades hacían pagar a sus alumnos. Hasta la fecha tenía cerca de 10.000€ ahorrados, y es que la matrícula costaba unos 20.000€. Un buen día Cristina fue a la biblioteca de su instituto, un lugar del cual era habitual, allí leío una noticia en el diario que no podía creer:
“Las tasas universitarias van a crecer en un 20% y el coste de la matrícula en universidades privadas aumentará en un 25%”
Lo que antes le iba a suponer 20.000€ de gasto y practicamente ya le iba a ser imposible alcanzar, ahora acababa de crecer hasta 25.000€ algo que la dejó tan atónita que incluso las personas que había sentados en su misma mesa, un señor mayor que debería ser un profesor, una niña de primero y una compañera de clase se percataron.
Cristina estubo muy triste durante días, paso un trimestre increíblemente duro y paso a bajar su concentración en clase, empeoró su carácter siendo más introvertida y relacionandose menos con sus compañeros, etc., incluso en casa la quisieron llevar a un médico para asegurarse que no tubiera ningún tipo de depresión. Nunca dijo a nadie lo que le pasaba pero ella, que era muy buena con los números se dió cuenta que no podría ir a la universidad al ritmo al que trabajaba, no al menos a la que ella quería.
A la semana siguiente volvió a la misma biblioteca, se sentó en el mismo lugar y allí encontró un papel donde ponía su nombre, en el se podía leer lo siguiente:
“Construye el mejor proyecto de tu vida y yo te ayudaré sólo haz realidad el plano que aquí te adjunto”
En la parte trasera del papel que había ese texto escrito había una especie de plano de una casa, donde en cada estancia había una frase, en total había las siguientes:
“Apruébalo todo”
“Se la mejor compañera y ayuda a quien lo necesite”
“Se la mejor hija, un amor hermana y agradece todo lo que en tu casa han hecho, hacen y harán por tí”
“Da piropos bonitos de amor para tus seres queridos que creas que lo necesiten”
“Sigue con tus trabajos y esfuerzate en ahorrar”
Y acababa con:
“Vuelve a esta biblioteca, este lugar y lee la carta que habrá que cuando hayas cumplido lo que te digo”
Esa misteriosa carta nadie supo quien la había escrito, ni si quiera la bibliotecaria había visto a nadie ponerla. Durante un mes Cristina estubo trabajando sin parar para ser la mejor alumna, hija, hermana, compañera, trabajadora, del mundo y aprendió mucho sobre su capacidad como persona. Al pasar un mes volvió a la biblioteca, solo cuando consideró que había cumplido con creces lo solicitado, sabía que aun que no hubiera nada, como mínimo había sido una experiencia enriquecedora, pero allí estaba el papel, en el ponía lo siguiente:
“Me enorgulleció mucho ver como alguien tan joven tenía tan claro que quería hacer en su futuro, ver ahora como te has esforzado para conseguirlo y ver que tienes tanto potencial, mi nombre es Frederic Roberts y soy Rector de la Universidad de Arquitectura de Londres, he preguntado por tí a tus profesores y me han contando tan buena eres y sólo quería decirte que acabas de ser propuesta y has sido galardonada con una matrícula para tus estudios universitarios en Londres, nos vemos allí el año próximo. Saludos y sigue como este último mes no sólo este año, sino el resto de tu vida y llegarás muy lejos”