Hace mucho tiempo, existía un jardín en el cual se encontraban arboles majestuosos de todo tipo. Estos árboles daban frutos de un tamaño gigantesco, naranjas deliciosas que tenían mucho jugo, peras y melocotones tan dulces que les hacían agua la boca a más de uno. Este jardín era espectacular y las plantas que se encontraban en él se encontraban muy a gusto, eran muy grandes y se encontraban con buena salud, de manera que producían los frutos más ricos de todo el mundo.

Solo un árbol se encontraba disgustado en este bello jardín, su disgusto provenía de sus ramas que, por muy verdes y frondosas que fueran, no era capaces de dar ningún fruto. Este árbol creía que tenía una muy mala suerte y le comentaba a los demás árboles que no sabía qué hacer ante esta situación. Nuestro amigo el árbol se encontraba siempre frustrado al ver a los demás con relucientes frutos y el con ninguno.

Este árbol se encontraba siempre en un estado de ánimo muy deprimente e intentaba consolarse así mismo cantando una canción. Los demás arboles le tenían un cariño muy especial y por eso intentaban a través de sus palabras, darle alegría al pobre. El árbol de manzanas le decía lo importante que era concentrarse y que intentara hacer un esfuerzo por dar manzanas, “Solo mantente enfocado, ¡Dar manzanas es muy sencillo!”.

Pero por mucho que nuestro amigo el árbol intentara concentrarse en la forma de las manzanas, no conseguía que estas brotaran de sus ramas. El árbol de mandarinas le comentaba que intentara otra cosa, como dar mandarinas por ejemplo, a ver si era un poco más fácil para él. “Intenta imaginar las mandarinas, estas no son tan pesadas como las manzanas y son mucho más pequeñas, inténtalo, seguro es más fácil” le dijo el árbol de mandarinas.

El pobre árbol tampoco pudo dar frutos de mandarina y se sintió muy triste por eso. Sin embargo una noche un búho se acercó al árbol, el cual estaba llorando. El búho se percató de su tristeza y le ofreció su ayuda, como un animal muy observador que es, debería de poder hacer algo para ayudar. El árbol le contó al búho la frustración que sentía al ver como todos podían producir grandes y deliciosos frutos pero él era incapaz de hacerlo.

El búho le comentó que el problema principal era que él no se conocía a sí mismo, el árbol se estaba limitando a seguir las ordenes de los demás en vez de pensar por sí mismo, solo se encontraba imitando el comportamiento del resto de árboles. El búho le dijo al árbol que debía escuchar su voz interior, luego de esto, se marchó volando, dejando árbol con un pensamiento muy importante en su cabeza.

El árbol decidió deshacerse de todos los pensamientos negativos que rondaban en su cabeza y decidió meditar un poco. Al cabo de cierto tiempo pudo pensar con más claridad y encontró una pequeña voz dentro de sí. La voz le indico que este no podía dar frutos porque él no era igual que los demás árboles, él no era un árbol frutal, él era un roble. Por eso, su misión en la vida no era dar frutos, sino brindar calor y resguardo a bellos pájaros, además de brindarle la importante sombra a los seres vivientes.

El árbol al darse cuenta de la importancia que este tenía para el jardín pudo volver a sonreír después de mucho tiempo, nuestro amigo el árbol nunca volvió a sentirse inferior a los demás y vivió el resto de su vida en paz.