En un tiempo no muy lejano, existía un reino de una hermosura y prosperidad única. Su rey era bondadoso, dadivoso y siempre preocupado por sus súbditos. Velaba porque no les faltara nada y tuvieran todo lo necesario para vivir bien y fueran felices. Como heredero, tuvo un solo hijo que no se parecía en nada a su padre. Era flojo, parecía que no le importaba nada.

 

No mostraba interés por estudiar. La política le parecía inútil. Las finanzas eran algo que no servía para nada. Ni siquiera aprender las estrategias de defensa les parecía atractivo. En pocas palabras no tenía ninguna inclinación por aprender lo mínimo para dirigir un reino. Pasaba todo el día sin hacer nada. Solo renegaba de ser, aun príncipe.

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Lo único que hacía día tras día, era quejarse de no poder hacer lo que quería, que era solo seguir de holgazán. Ya que su padre siempre trataba de mostrarle cosas nuevas para ver si ese interesaba por algo. Y en ocasiones le llamaba la atención, porque consideraba que le estaba perdiendo su juventud sin hacer nada provechosos.

 

Una noche, cansado de sentirse vigilado y evaluado por su padre, en la soledad de su habitación, renegó nuevamente de ser aun un príncipe.

 

  • ¡Cuando creceré para poder hacer lo que quiero!!! ¡No aguanto más!!! Y así se durmió.

 

Al despertar, vio en su cama una bobina de hilo de oro. Sorprendido, la empezó a revisar, pero de repente la bobina le hablo en voz muy suave y baja:

  • Príncipe, estoy llena de hilo de oro, que simboliza los días de toda tu vida. A medida que vayan pasando los días, así el hilo se irá soltando. Sé que deseas crecer pronto. En tus manos esta que me utilices a tu antojo.

 

El joven algo asustado, quería saber más. Así que siguió escuchando con atención.

 

  • Debes recordar, que los días que pasan y lo que pasa en ellos, no se puede retroceder. Es decir, el hilo que sueltes no lo podrás volver a enrollar. Debes tratarme con cuidado.

 

Asombrado y a su vez incrédulo, decidió comprobar si lo que le decía la bobina era cierto. Así que, con algo de miedo, tiro del hilo. Comprobando que todo era verdad. En un espejo que tenía en su cuarto, su reflejo ya no era un joven, sino que era un hombre.

 

Al ver que todo era verdad, y que había crecido en solo un momento, volvió a tirar del hilo y se vio como un hombre de más o menos 35 años. Tenía unos kilos de más, una barba frondosa y en su cabeza una bella corona de oro. ¡Era ya el Rey!

 

  • ¡Qué emoción!!! ¡Ya soy Rey!!!- grito-
  • ¡Ahora podre hacer lo que me plazca, sin tener que darle cuentas a nadie!

Se dio cuenta, que muchos años habían pasado, solo en un momento. Había cambiado de ser un adolescente a ser el Rey. Miró la bobina y le preguntó:

  • Ahora que soy adulto y el nuevo Rey. Dime, ¿tendré esposa e hijos??? ¿Cómo será ella, y mis hijos cuantos serán?

 

Sin esperar, la respuesta, volvió a tirar de la bobina, desenrollando aun más el hilo.

Aparecieron junto a él, una bella joven con corona de reina, y cuatro niños hermosos, que solo jugaban y corrían por toda la habitación. Emocionado por todos los cambios que solo en un momento había experimentado su vida, decidió ver que seria de la vida de sus hijos, como serian de grandes. Y sin pensarlo detenidamente, volvió a tirar del hilo.

 

Cuál sería su sorpresa, que al abrir los ojos vio en el espejo el reflejo de un viejo con poco pelo y completamente blanco, estaba todo encorvado, feo y arrugado, usando un bastón. Al ver a la reina, la vio sentada en una silla, arrugada por la edad, con el pelo blanco, no quedaba nada de su belleza. Y sus dos hijos ya eran adultos.

 

Se asusto tanto con lo que veía que intento enrollar de nuevo el hilo en la bobina. Por más que lo intentaba, no lo lograba. Su miedo aumentaba cada vez que lo intentaba. Entonces la bobina, por segunda vez le hablo, con voz débil y baja:

  • Es tarde para darte cuenta, que tu vida ha pasado sin haber logrado nada. No has hecho nada de provecho. ¡Te advertí que me trataras con cuidado y ni eso pudiste hacer!
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En ese momento, fue que el príncipe se dio cuenta que había utilizado un regalo en su contra. Se perdió de vivir lo que su padre le ofrecía. Creció, se caso, tuvo hijos, fue Rey y no disfruto nada de eso. Solo por no cumplir con sus obligaciones.

 

El ahora Rey, con un fuerte grito de pánico, cayó muerto.!