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Les contare mi historia, es algo que me pasa constantemente. No presenta un horario fijo, ni mucho menos tiene un patrón, es algo que solo ocurre algunas noches y algunas tardes por varios días y otras solo deja de suceder por semanas. Antes de hablar de lo que sucede y de lo que paso, deben saber que desde pequeña he visto cosas.
No es un cuento de terror, ni tampoco de suspenso. Es mi vida diaria, es lo que vivo desde siempre, las cosas que veo y siento no todos lo creen ni mucho menos sienten que pueda pasarles a ellos. Pero hay días y ocasiones donde eso que puedo ver es visto por otros y es donde recuerdo que no estoy sola en el medio de la vida y la muerte.
Cuando era pequeña mis amigos y yo jugamos a las escondidas de noche, sinceramente no le paraba mucho a todo eso de los cuentos de fantasma o espectros. Como dije, el ver, sentir y algunas ocasiones oír cosas te quitan esos temores a las cosas paranormales. Así que no fui de pararle mucho a jugar de noche las escondidas y temer al monstro que pudiera salir, vivía a diario con ellos y sinceramente nunca llegaban a ir más lejos que solo mostrarse.
Muchas veces pensé que solo era la imaginación de una niña de 7 años ¿pero porque lo que yo veía algunas personas también lo hacían? Ahí fue cuando me di cuenta que no era mi imaginación, que me di cuenta que aun cuando no me asustaba y podía convivir con ellos, no solo era yo sola.
Pero ese día fue diferente, no solo vi a un ser que ya había muerto, ni tampoco solo escuché ruidos de susurros. Lo que cambio todo fue la mano de color negra con venas rojas que toco mi brazo y el susurro de esa persona diciéndome que volteara a verlo. Solo sé que Salí corriendo, contando lo que me había pasado y nadie creyendo en mí.
Ese solo fue uno de los tantos episodios que han pasado a lo largo de mi vida, uno de los tantos momentos que han macado mi vida para bien o para mal. Hasta que me cerré, hasta que dije que ya no más. Estaba cansada de sentir miedo, escalofríos o hasta malestares por culpa de seres que no tenían nada que ver conmigo. Comencé a ignorarlos, a dejar de hablar de ello y tratar de olvidarlo.
Pero creo que no era algo que podía o debía hacer, en las noches cuando iba a dormir mi puerta siempre era aporreada, la manilla de mi puerta siempre era movida, y los susurros que escuchaba detrás de esta eran de señoras mayores o de un niño. Una noche mi tía se quedó durmiendo en mi cuarto, ella siempre ha soñado cosas diferentes, pero no es algo que ella comente a todo el mundo solo la familia más cercana lo sabe.
Ella cuenta que se despertó y vio que la puerta de mi cuarto fue abierta y se asomó la mano de un niño, una mano pequeña. Ella solo se paró le dijo que la dejara en paz y cerró la puerta. Ese fue otro momento que marco mi vida, el niño que escucho luego de cerrar la puerta de mi cuarto no es solo algo que yo veo, no es solo algo que “imagino”. Y ahí entendí que no podía apagarlo, no podía ignorarlo o olvidarlo.
Es parte de mí, es una habilidad o maldición que tengo desde niña y no puedo simplemente sacarlo de mi vida. Vino conmigo y se ira conmigo. Mi cuarto es mi santuario es donde siempre intentan entrar, pero yo evito que lo hagan. Mi lugar de reposo, el único lugar donde me encuentro segura, y la puerta de mi cuarto, es la puerta que da paso a todos esos seres. Detrás de la puerta y al pasarla es cuando todo eso que deseo ignorar me da en toda la cara y me recuerda que yo no soy como los demás.