Como padres, en muchas ocasiones actuamos con nuestros hijos de forma visceral, de forma irracional y en ocasiones por impulsos, con todo ello no nos referimos a reacciones negativas, sino comúnmente positivas en forma de excesos de protección, de consentirlos más de lo que se consideraría adecuado, etc., pero por otro lado en algunas ocasiones si es cierto que hacemos un excesivo hincapié en aspectos mejorables de nuestro hijo y de su comportamiento, y si bien es cierto que hay que hacerlo, también lo es que existen una gran variedad de formas de hacerlo, y que por ello en este artículo vamos a tratar este tema junto a otro muy relacionado.
Lo primero que queremos dejar constancia en este artículo, es que nuestro hijo comete actuaciones en muchas ocasiones, a nuestros ojos negativas o incorrectas, sin que previamente se le haya formado o informado sobre que eso no se debe hacer o al menos de esa forma, es por ello que hay que medir nuestras palabras a la hora de hacerle comprender por primera vez que aquello que acaba de hacer no se ha de repetir. Al margen de lo dicho en el punto anterior, lo cierto es que hemos de tener presente dos puntos clave para educar a nuestro hijo y hacerle mejorar en su comportamiento y actitudes, en primer lugar reforzar las actitudes positivas, y en segundo lugar y no por ello menos importante, recalcar las negativas evitando que vuelvan a suceder.
Hay que hacer entender cuando algo está mal y el motivo por el cual lo está
Respecto al primer punto, muchos padres son muy conscientes de que cuando su hijo actua de forma incorrecta, se le ha de avisar de hecho muchos exceden en el comportamiento y gritan o castigan con una acción que muchas veces acaba siendo más improductiva que lo contrario. Si bien es cierto que un castigo bien medido puede ser una buena acción para evitar la repetición de actuaciones erróneas por parte de nuestro hijo, no es menos cierto que para ello rara vez hay que alzar el tono de voz. Nuestros hijos no dejan de ser personas en desarrollo que no están acostumbradas a determinadas situaciones, y lo que para nosotros puede ser un simple grito para ellos puede suponer una molestia mayor e incluso según la sensibilidad del mismo, un hecho “traumático” que si bien leve, hay que evitar en la medida de lo posible. Por tanto resumiendo este primer apartado, hemos de avisar a nuestros hijos sobre aquello que hacen mal pero no se trata de gritarlo sino de argumentarlo, y a través del diálogo conseguir un entendimiento y es que no hay mejor forma de evitar una actitud o acción que atacar a su fuente u origen y ello se consigue haciendo comprender que no es correcta.
En ocasiones un refuerzo positivo es mejor que una recompensa física
Por otro lado y al margen de las indicaciones a actitudes negativas, también encontramos los muy necesarios refuerzos positivos. Este punto que mucha gente pasa por alto es realmente importante para el desarrollo de una buena autoestima en nuestro hijo. Cuando estos consiguen realizar una tarea de forma esperada o mejor de lo esperado, se le ha de recompensar, ya no de modo material, sino con un refuerzo positivo sobre lo que ha hecho, de modo que si bien no recibe un “premio” palpable, si lo hacen en forma de ánimo y felicitación algo en ocasiones igual o más interesante para él que cualquier regalo.
Hemos de tener presente estos dos puntos para controlar tanto las acciones positivas como negativas de nuestro hijo pero sobre todo para controlarnos en como actuamos ante ellas y es que el autocontrol también es parte de ser padres y una parte muy importante.