Fuente | Freepik Premium
Hace mucho tiempo, existía un zapatero el cual pasaba a mayor parte de su tiempo ocupado, siempre estaba pendiente de los pedidos que le llegaban y solamente se encargaba de enfocarse en una cosa: reparar los zapatos dando lo mejor de sí para mantener a su clientela contenta.
El hombre era tan feliz haciendo su trabajo que, aunque solamente le alcanzaba para vivir decentemente, estaba siempre feliz cuando tenía algún encargo nuevo, pero más aún cuando el resultado era satisfactorio, cantando de alegría y satisfacción al haber hecho lo mejor que pudo todas las noches, logrando dormir plácidamente día tras día.
El zapatero tenía como vecino a un hombre que era prácticamente todo lo opuesto a él, era un hombre rico, altanero y además si había una sola cosa que le molestara a dicho hombre, era escuchar al zapatero cantar todo el día.
El rico un día estaba harto de escucharlo y decidió ir a la casa del zapatero, para ver cuál era el origen de dicha felicidad. Cuando llego al portal vio contemplo la casa humilde del zapatero, cuando su dueño apareció en la puerta le dijo:
-Hola, buen hombre, venga acá y dígame una cosa ¿Cuánto gana usted por día? ¿Es tanta su riqueza que siempre anda tan feliz y cantando todo el día?
-Escúcheme atentamente, vecino –había respondido el zapatero alegremente como siempre se encontraba: No importa cuanto sea lo mucho o lo muy poco que gane al día; si obtengo lo necesario para vivir todos los días y hacer felices a las personas a raíz de mi trabajo, seré una persona completa. Podría decirse que soy una persona muy pobre, pero la riqueza no significa nada en mi vida ni tampoco quiero tenerla.
-Me supuse que iba a pensar de esa manera- Exclamó el vecino rico, y por eso le he traído algo, y posteriormente le enseñó una bolsa de monedas de oro.
El zapatero estaba anonadado, pero de igual forma había aceptado las monedas de oro que le habían llevado, en solo cuestión de un parpadeo paso de ser muy pobre a ser una persona rica, luego de darle las gracias se fue a acostar y guardo con recelo su fortuna que acababa de recibir.
El hecho de que el zapatero tuviera tanto dinero en su casa, hizo que nunca más estuviera tranquilo, el zapatero estaba siempre angustiado porque tenía miedo de alguien entrara en su casa en horas de la noche para robarle no era capaz de dormir plácidamente en las noches.
A causa de no poder dormir, el zapatero no tenía energías para reparar los zapatos y cumplir los pedidos que llegaban todos los días, por lo cual afrontaba su trabajo y quehaceres diarios de muy poca gana y no tenía fuerza para cantar de felicidad como lo hacía siempre.
La vida del zapatero se había vuelto bastante aburrida fastidiosa, a los pocos días él se dio cuenta de este cambio y quiso ir a casa de su vecino a regresarle la fortuna que le habían dado.
Los ojos de su vecino rico estaban perplejos.
-¿cómo que me rechaza la fortuna que acabo de darle? ¿No disfruta ser una persona rica?
-Bueno, vecino, antes de tener tanta cantidad de dinero yo era una persona muy feliz y cada mañana se levantaba del mejor ánimo para realizar mi trabajo, incluso estaba tan alegre todos los días que siempre cantaba cuando podía, pero cuando tuve el dinero solo me preocupaba que no se lo robaran, por lo tanto, gracias, pero prefiero vivir como estaba antes.
Ambos comprendieron que la felicidad no siempre se logra por la riqueza material y lo que puede significar y traer felicidad para una persona no garantiza que sea igual para el que está del otro lado, que se enfoca más en los detalles pequeños que tiene la vida que la mayoría deja pasar desapercibidos.