En un lugar no muy lejano había un bosque con los arboles más espectaculares que jamás hayas visto, sus hojas parecían esmeraldas a la luz del día y bellos faros con el reflejo de la luna. Tenía los campos de flores más hermosas, variadas y con los más agradables y sutiles olores, se podía escuchar el más melodioso trinar de pájaros.

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En ese lugar tan paradisiaco, había una laguna pequeña pero muy hermosa donde convivían con otras especies un grupo de ranas.

Ellas eran muy alegres y simpáticas. Se la pasaban el todo el día brincando, de un lado a otro, bailando, compartiendo y sobre todo eran muy felices porque todos los días eran bendecidas por los rayos del más caliente y resplandeciente sol.

Las ranas estaban reunidas en consejo, porque tenían que encontrar una solución a un inmenso problema que se le avecinaba, al ver que el Astro Rey: El sol, las había citado a los pies de la laguna, para, según él, darles una noticia importantísima:

  • ¡Ya no les calentaré ni le daré luz durante seis meses, ya que tomaré vacaciones! – dijo el Rey Sol
  • ¿Queeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeé? – Gritaron al unísono todas las ranas.

¿Cómo el Sol, podía hacerles eso dejarlas a oscuras?, ¿que se creía?, ¿que él podría irse y dejar su obligación de darles sus rayos para que ellas fueran felices? Las ranas en realidad estaban muy molestas e indignadas.

¿Qué pasaría con su hermosa laguna? Ya no sería cálida, los arboles ya no brillarían, y las flores perderían su aroma. Toda su felicidad se acabaría. Su hábitat cambiaría para siempre y esto les afectaría de mala manera a todas ellas.

Comenzaron a hablar entre ellas, a quejarse, a tratar de buscar soluciones para que el cambio de vida del Astro Rey no les afectara o no de manera determinante, por lo menos. Buscaron con quien quejarse, y alzando su mirada a lo alto del cielo, peguntaron:

  • ¿Qué podemos hacer para que el Astro Rey el sol, no nos abandone?, ¿Cómo va a dejar de hacer su trabajo?, ¿Quién le dio permiso de dejarnos a nosotras? – gritaban las ranas. Esto lo hicieron una y otra vez, por algunos días.

Luego de un tiempo, se escucho a lo lejos una voz que les contesto:

  • Ustedes, solo piensan en Uds. ¿En qué les afecta? – dijo esa voz divina.
  • ¡Por supuesto! ¿Por quién más vamos a reclamar? – gritaban a una sola voz las ranas.
  • No vamos a poder vivir sin luz, sin calor, nosotras vamos a ser las más necesitadas y a las que nos afecta más directamente el que el sol no vuelva a brillar por aquí. – Decían las ranas.

Así pasaron toda una mañana, quejándose, gritando y sin ninguna argumentación sólida, con la cual dar argumentos valederos. Solo eran quejas por su bienestar, sin pensar porque el sol había tomado esa decisión. Todo esto no tenía sentido, para la voz divina.

  • He meditado su pedido y ya he tomado mi decisión. Mañana al despertar la descubrirán- Le dijo la voz.

Las ranas, se retiraron a dormir, seguras que la voz Divina, no dejaría que el sol se fuera, porque ellas habían hecho todo ese escándalo. Las ranas llegaron a pensar que la voz divina, haría lo que ellas querían y les habían pedido.

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Al amanecer, el sol estaba brillante en el cielo, esparciendo sus rayos para calentar a todas las especies del planeta, y siguió con su loable labor de ayudar a crear vida. Pero la voz, divina, más nunca oyó las suplicas de las ranas, por parecerle seres egoístas y de malos sentimientos, que solo piensan en su bienestar y se olvidan de quien en algún momento las ayudaron.