Había una vez una pequeña niña como cualquier otra. Le gustaba cantar, jugar y pintar con colores. Sus dibujos eran muy bonitos, cada día dibujaba algo nuevo o algo que veía; pero tenía la particularidad de que el color que más se veía en sus obras de arte era el rojo.
caperucita rojaEntonces un día, su mamá le regaló una capa roja ya que se acercaba la época de frío en la aldea donde vivían. La niña adoraba su nueva capa roja y jamás se la quitaba. La tenía puesta para comer, para dormir, para leer, para pintar y para jugar; casi que hasta se bañaba con ella, no lo hacía porque probablemente se dañaría. Por esto, en el pueblo a la niña se le conocía como Caperucita Roja; como todos la llamaban de esa forma, sus padres también comenzaron a llamarla de esta manera.
Un día, la mamá de Caperucita le pidió que le llevase a su abuela, quien vivía en una zona apartada del pueblo, un poco de comida extra ya que la caravana de vendedores no había pasado por el pueblo esa semana. Caperucita inmediatamente partió al bosque con su cesta con comida para llevársela a su abuelita. Su madre le advirtió que no se alejase del camino porque podía ser peligroso.
El BosqueMientras Caperucita caminaba por el bosque, no tenía la mínima sospecha de que algo la estaba observando desde lejos. Entre los árboles y matorrales había algo que no perdía de vista a la niña vestida de rojo. De repente, ese algo sale de su escondite y Caperucita se sorprende, pero no se asusta; era un lobo muy viejo que vivía en el bosque desde hace muchos años. El lobo podía oler desde lejos la comida que Caperucita tenía en la cesta; por lo que le preguntó hacia dónde se dirigía. Caperucita era muy confiada, amigable e inocente, por lo que revela que iba a la casa de su abuelita, siguiendo el sendero del bosque.
El lobo era viejo y astuto, y sabía donde vivía la abuela; se despide cordialmente de Caperucita y con velocidad, toma un atajo a través de la espesura de los árboles para llegar a la casa. El lobo toca la puerta y la señora que vivía en la casa pregunta quién tocaba. El lobo era un excelente cantante, por lo que no le costó imitar la voz de una niña pequeña, y le dijo a la abuela que venía a traerle comida.
El LoboCaperucita mientras tanto venía en camino hasta que finalmente llegó a la casa. Tocó la puerta y la voz de su abuelita la invitó a pasar. Caperucita va al cuarto de su abuela y la ve acostada en su cama, pero nota que tiene algo diferente; por lo que le dice: “Abuela, ¡Que ojos tan grandes tienes!”. La abuela le contesta “Si querida, son para verte mejor”. Caperucita la escucha y le dice “Abuela pero, ¡Que manos tan grandes tienes!”. “Si querida, ¡son para abrazarte mejor!”
“Abuela, ¡Que boca tan grande tienes! ¡Y que dientes tan bonitos!”
“Si querida. ¡Son para comerte mejor!”
El lobo de repente saltó de la cama y se tragó entera a Caperucita Roja.
En el estómago del lobo, Caperucita se encontró con su abuela. Ambas estaban molestas con las mentiras y la picardía del lobo, por lo que comenzaron a pensar cómo salir de ahí. Entonces Caperucita recordó que aún tenía la canasta con comida; revisó la canasta y encontró una barra de chocolate. Como los perros no pueden comer chocolate, Caperucita pensó que capaz los lobos tampoco; entonces le quitó la envoltura a la barra y dejó que se derritiera en el estómago del lobo.
En un instante, el estómago comenzó a temblar y el lobo vomitó con fuerza a la niña y a su abuela. Caperucita y su abuelita entonces estaban de nuevo en la casa y el lobo estaba débil y nauseabundo. La abuela, aprovechando la debilidad del animal, iba a llamar al cazador de la zona para que acabase con la vida del lobo; pero Caperucita se sintió mal por el pobre lobo y vio que estaba ya bastante viejo y cansado; seguramente no ha podido cazar nada en mucho tiempo, por lo que decidió tenerle compasión, y capaz algo de cariño. Caperucita le dio parte de la comida que tenía en su cesta y dejó que volviese al bosque con la condición de que no se hiciese algo tan terrible de nuevo.