Hace muchos años, la tierra no era capaz de recibir luz por las noches, ya que la luna no podía hacerlo en esos momentos, por esta razón, los paisajes que se encontraban alrededor de las aldeas siempre estaban sumergidos en la oscuridad. En una de estas aldeas, la aldea de Kikamo, vivía una pequeña niña llamada Bamako, la cual era conocida por ser muy cordial, linda y amable con todos.

Ella poseía un gran amor hacia sus padres y un cariño muy grande hacia los habitantes de la aldea, quienes le adoraban y le ofrecían respeto. Las personas que se encontraban en la aldea gustaban de la compañía de Bamako, ya que ellos sentían una gran admiración por sus ojos, que según ellos, eran tan brillantes como la luz del sol.

Sin embargo, no todo era alegría en la aldea de Kikamo, ya que en un día como cualquier otro las cosas se volvieron tensas en la aldea. Mientras los habitante realizaba sus actividades cotidianas del de la noche, muchos soldados que provenían del norte empezaron a atacar a la aldea, y no solo la aldea de Bamako, atacaron todas las demás aldeas que se encontraban cerca del lugar.

Estos soldados tenían un carácter de lo más perverso, no demostraban compasión por ningún habitante, eran muy astutos y despiadados con todos aquellos que se cruzaran por su camino. También eran muy inteligentes, ya que se aprovechaban de la oscuridad de la noche para realizar sus ataques, mientras que por el día se mantenían refugiados y ocultos de todos.

Los amigos de la pequeña Bamako tenían mucho valor, ya que estos se enfrentaban a los soldados sin ningún miedo. A pesar de su valentía, los amigos de Bamako no poseían la capacidad para luchar por las noches y con cada día que pasaba estos se encontraban mucho más cansados por las peleas, aumentando el riesgo de que alguno de ellos pudiera morir en el combate a manos de los soldados.

En una de estas noches, a Bamako se le presento un espíritu muy especial, el Dios N’togini, el cual mantuvo una conversación muy importante con la pequeña. El Dios N’togini le explico a la niña que la única forma de poder salvar a su pueblo era siguiendo su consejo. El Dios le dijo que su hijo Djambé, el cual vivía al lado del rio en una pequeña gruta, se encontraba enamorado de ella desde hace muchos años.

El Dios le dijo que si ella aceptaba casarse con él, la llevaría a lo más alto del cielo, donde pudiera iluminar todo el territorio durante las noches, deshaciéndose de la oscuridad de una vez por todas y de esta forma ayudaría a su pueblo para que fuera capaz de defenderse en contra de los ataques de los soldados.

Bamako le preguntó al Dios que tenía que hacer exactamente y este le indicó que debía subirse en la cima de la gruta donde vivía Djambé en el momento que se ocultara el sol y una vez ahí, arrojarse al río, donde Djambé la atrapará. Y así sucedió: la niña trepó la montaña y se arrojó a lo profundo del río, donde la esperaba Djambé y la ascendió a lo más alto del cielo, tal como lo había prometido el Dios.

De esta forma se produjo el milagro que todos necesitaban, cuando el sol se ocultó, el impresionante y brillante rostro de Bamako apareció para iluminar todo el paisaje con sus grandes ojos. Esto pudo permitirle a su pueblo poder luchar contra los soldados en las noches y así poder expulsarlos de la aldea de una vez por todas. Y es así, como cada día que desaparece el sol, el rostro de Bamako se encuentra en el cielo para iluminarlo todo.