Cuenta la historia que en un pequeño pueblo perdido cerca de una montaña y de una gran carretera que la cruzaba, vivía una familia de los más común. El padre, la madre y sus dos hijas gemelas vivían en una bonita casa situada a escasos 5 minutos del colegio de las niñas. Al margen de ello contaban con todas las comodidades habidas y por haber, grandes habitaciones, un gran jardín con piscina, grandes cuartos con juguetes, todo lo que las niñas y la familia en general podían desear.
Los padres estuvieron mucho tiempo intentar quedarse embarazados y es que al parecer tanto el padre como la madre tenían dificultades fisiológicas que hacían complejo conseguir que un óvulo quedara fecundado. Tras años de búsqueda infructuosa, un buen día, sin que nadie lo esperara, la mujer se quedó embarazada ni más ni menos que de gemelas. Era algo extraño pues tras darse por vencima ya no tomaban ningún tipo de condimentos o pastilla alguna para mejorar su fertilidad. De ese hecho imprevisto nacieron las pequeñas gemelas que dieron la luz a esta familia hasta ahora de 2 personas. Tras años en los que la madre se involucró en cuerpo y alma en cuidarlas y verlas crecer con el máximo cuidado y mimo, llegó el momento de que las niñas fueran a colegio.
El colegio como decíamos, se encontraba a escasos cinco minutos de su casa, eso sí, tenían que cruzar la gran carretera que permitía a todo el pueblo circular por la montaña hacía arriba y abajo, así como a multitud de camiones que viajaban hacia otro estado cruzando por esa carretera. La madre debido a su gran afán por cuidar de sus niñas a las que tanto quiso tener, las acompañaba a diario de la mano hasta la puerta del colegio, prestando especial atención a la zona de la carretera, ya que sin duda era la más peligrosa de todo el trayecto. Un buen día la madre estaba especialmente nerviosa ya que estaba esperando una llamada de trabajo, era un puesto para el que siempre había postulado y estaba entre una de las dos candidatas mejor valoradas, únicamente faltaba que la llamaran para decir si finalmente el puesto era suyo o no. Durante toda la noche le costó dormir, tanto fue así que cuando llegó la hora de levantarse para llevar a sus hijas al colegio, fueron estas quienes le despertaron para que se diera prisa y las pudiera acompañar por mucho que por su edad ya pudieran hacerlo ellas solas.
La madre corrió, se vistió, les dio su desayuno y sus maletas y se fueron las tres juntas dirección al colegio con el tiempo algo justo, algo más que el resto de los días. Cuando se acercaron a la carretera, la madre oyó como sonaba su teléfono, era el número de la empresa, era la llamada que tanto esperaba. Tal fue su ilusión que dejó a sus hijas de la mano y se volvió para escuchar lo que esperaba que fuera un gran sí a su nuevo trabajo, en lugar de ello escuchó un gran frenazo seguido de gritos. Al girarse encontró a sus hijas tendidas en el suelo y un camión frenando aterrorizado. Sus hijas murieron ese mismo día.
Tras años, la mujer por un nuevo milagro logró quedarse embarazada de nuevo de mellizas, las cuidó durante sus primeros años tanto o más que a las primeras, y cuando llegó el momento de que estas fueran al colegio y volvieran a pasar por esa carretera, les dijo una frase muy concisa: “No quiero que nunca crucéis por aquí vosotras solas” a lo que las niñas contestaron a la vez: “Tranquila mamá no nos volverá a pasar”.