Esta leyenda es originaria de México, sin duda es un relato que solo los habitantes de la ciudad de Puebla para ese año saben expresar.

Eran tiempos sumamente difíciles, había una pobreza extrema en ese entonces, las únicas clases sociales conocidas eran las de rico o pobre. Los pobladores apenas podían alimentarse, vestirse y bañarse. Trabajaban arduamente y constantemente, salían desde las horas del amanecer, hasta la noche, para llevar apenas un pan a la mesa.

 

Sufrían constantes abusos por parte de los montepíos. El gobierno para ese entonces era de José de la Cruz Porfirio Díaz Morí, quien mantuvo el cargo de presidente en 7 ocasiones.

 

El porfiriato generaba impuestos totalmente insólitos, por cualquier motivo y a cualquier poblador. Fue una dictadura masiva en cuanto a la economía, y aunque realizo algunas pequeñas obras y salió de algunas deudas internacionales la gente vivía en miseria.

 

Si las personas no tenían el dinero que en muchos casos sucedía, les quitaba sus bienes más preciados, casas, muebles, caballos, haciendas, joyas, vestidos, todo. Pero el que se encargaba de esas acciones atroces, era un señor de apellido Vila; sucede que los habitantes de la ciudad de Puebla, le llamaban “Horta”.

 

Horta, era uno de los más odiados hombres del pueblo, tenía, dinero y lujos por montón, mientras robaba lo poco que tenían los habitantes al no tener el dinero del impuesto. Por más lujos y riquezas que poseía, Horta seguía siendo codicioso, intolerante, Egoísta, irrespetuoso y deshonesto.

Dice la leyenda que Horta era un señor de muy baja estatura, sin un solo cabello en su cabeza, robusto y con gran panza. Pero una de las características más desagradables eran sus abundantes bellos en sus brazos y manos.

 

Siempre andaba muy bien vestido, con anillos en sus dedos, que simplemente eran símbolo de riqueza, no había ni un solo dedo en sus manos que no llevaran el peso de al menos un anillo. Y la gente siempre se preparaba para ver su mano extendida delante de ellos, para exigirles algún pago.

 

Aquellas personas solo tenían de maldecirlo mientras pasaba, siempre diciendo entre ellos: “Que se le seque la mano a Horta”.

 

El señor Villa bien reconocido como Horta, tenía su casa de empeño en la calle Merino; siempre que transitaban las personas por allí, veían al señor Horta contando cada moneda de oro, una a una apilándolas en una parte de su escritorio.

 

Muchos también detestaban a la mujer de Horta, porque ella disfrutaba de muchas de esas monedas de oro, que Horta le quitó a varias familias y negocios. A ella la llamaban la “Gangosa de Horta”. Pero el odio no se centraba en ella, sino en el Maldito de la mano seca.

Pasaron algunos cortos años, y finalmente el Egoísta de Horta murió; Horta fue sepultado en uno de los cementerios de la ciudad de México, exactamente en el Panteón de San francisco.

 

Pero en una noche oscura y sombría, unos lugareños vieron trepar la mano de Horta por los muros del cementerio. Se podía pensar en que posiblemente fuera un animal, una araña quizás, pero no, se trataba de una mano muy abundante de vellos. Nada sin vida puede generar más pelos, pero esta mano tenía en abundancia. Además de tener distintos anillos que de lejos era un poco difícil de detallar.

 

Esta mano tenebrosa fue vista repetidas veces en las noches, con total silencio se desplaza por las calles, hasta encontrar a su víctima. La fuerza de la mano es sobrenatural, además de su agilidad y velocidad.

 

Debes estar atento en las noches, debido a que la mano con total sigilo, saltará sobre ti y te arrancará los ojos, o te estrangulará hasta morir, aunque posiblemente la mano peluda de Horta, encontrará otras maneras de asesinarte.

 

Esta leyenda es conocida en sus orígenes como “la mano peluda”, pero también como la mano del diablo, totalmente oscura, con manchas y uñas largas que le dan ese aspecto infernal.