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Érase una vez, un pequeño, educado, gentil y amigable oso llamado Santilin, el cual, al ser tan buen oso, sus amigos lo querían mucho y disfrutaban pasar el tiempo a su lado. Santillin también disfrutaba mucho pasar el día con sus amigos, ya que siempre salía a pasear con ellos sin importar la hora, en especial con su mejor amigo elefantito, donde siempre que terminaban de almorzar ambos se disponían a pasear y saludar a las mariposas más coloridas del bosque.

Ambos amigos disfrutaban mucho pasar la tarde jugando, observando las maravillas del bosque y viendo a muchos de sus amigos disfrutar del aire fresco. Santilin al ser tan amistoso trata lo más que puede de ayudar a sus amigos a divertirse sin dañar a los árboles o a la naturaleza, ya que considera que todo puede ser divertido sin la necesidad de dañar las plantas y pisotear el césped. Demostrándoles a sus amigos que la naturaleza es muy hermosa y no hay razón para dañar algo tan bello.

Un domingo en la mañana llegaron nuevos vecinos al bosque, parecían ser la clase de vecinos que todo deseamos cerca de nosotros, ya que al igual que muchos de los animales que vivían cerca del bosque, tenían un gran respeto y amor por la naturaleza, eso Santilin lo podía observar al verlos regar cuidadosamente las hojas de la entrada de su casa y verlos tener mucho cuidado de dañar una hermosa flor que se posaba en la hierba.

Feliz y entusiasmado, Santilin se dispuso a darles la bienvenida a sus vecinos. Una vez se presentó todos los saludaron con sumo entusiasmo.

– ¡Hola Santilin! – dijeron todos entusiasmados.

-Hola a todos, estoy muy feliz de que ya estén aquí mis nuevos vecinos, es un placer.

Después de percatarse de que la familia tenía un pequeño miembro, Santilin se acercó amistosamente y le invito a jugar.

-Ven puercoespín, vamos a jugar-

El pequeño puercoespín acepto, pero pronto su emoción se vendría abajo luego de que una ardilla que pasaba por allí exclamara.

– ¡Tengan cuidado, tengan cuidado!, esas púas lastiman mucho, no se acerquen a ese puercoespín.

Triste y desolado el puercoespín pidió disculpas, y le dijo a Santilin que no podría jugar con él, que mejor se iba casa. Triste y sollozando el puercoespín corrió a casa con la cabeza baja. Los demás al presenciar esa escena se pusieron muy afligidos, menos Santilin quien a pesar de todo el evento, creía poder encontrar una solución que ayudará al pequeño puercoespín, a no sentirse tan triste y poder jugar con él sin lastimarse.

Decidido, Santilin volvió a casa y se dispuso a buscar la mejor solución para la problemática. Donde después de mucho rato, Santilin logró encontrar una buena solución, haciendo uso de la gorra de su padre para logarlo.

Una vez afuera de la casa, Santilin toco la puerta de sus vecinos esperando a toparse con el pequeño puercoespín.

-Hola Santilin- dijo el pequeño puercoespín aún afligido por la escena anterior.

-Hola pequeño puercoespín, he encontrado una solución para el problema de tus púas, ¿Quieres probarla?

-Oh por supuesto-Dijo el puercoespín muy entusiasmado.

-De acuerdo toma esto, es la gorra de mi papá seguro te servirá de mucha ayuda.

El puercoespín tomo la gorra y la coloco en su lomo, sorprendentemente la gorra del padre de Santilin era lo suficientemente grande para tapar todas sus púas, de esta forma tan sencilla, Santilin había logrado resolver un gran problema. Ya que de esta e esa manera ya puercoespín no tendría nada de preocuparse por lastimar a nadie.

Ahora tanto como el pequeño puercoespín y el pequeño oso Santilin, pueden jugar y compartir todos los juegos que quieran, pues tan contentos estaban que ambos se tomaron de la mano y empezaron a formar una gran ronda mientras cantaban felices y ansiosos por las nuevas aventuras que tendrían a partir de ahora.